31 octubre 2013

El jardín del hombre ciego

Nadeem Aslam nació en Pakistán, pero a comienzos de la década de 1980, cuando contaba con catorce años, emigró junto a su familia para escapar del régimen del general Muhammad Zia-ul-Haq y establecerse en Inglaterra. A los 27 años, ganó el Betty Trask y el Authors’ Club Best First Novel Award por La casa de los sentidos. Y en 2004 publicó Mapa para amantes perdidos, por el que recibió el premio Kiriyama.

El jardín del hombre ciego

En El jardín del hombre ciego (Literatura Mondadori, 2013), el autor toma de la mano al lector y lo adentra en casa de Rohan, un viudo de mediana edad, y en las circunstancias que lo rodean a él y a su familia… en el Pakistán inmediatamente posterior a los atentados del 11S en Estados Unidos, cuando los norteamericanos ya habían comenzado los bombardeos en Afganistán.

Si se desconoce la geografía de la zona, es
aconsejable echarle un vistazo a algún mapa.

Sin embargo, Rohan no es el protagonista de esta obra —aunque sí se va a convertir después en el hombre ciego que nombra el título—, porque no existe un protagonista absoluto, pero sí es la figura central de la historia, quien une al resto de personajes.

En tercera persona de un tiempo presente muy cercano, Aslam presenta a Jeo y Mikal, dos jóvenes de veinte años, amigos inseparables, hermanos desde que Rohan adoptó a Mikal y a Basie; un vínculo que se vio reforzado cuando Yasmin, hermana de Jeo, se casó con Basie. Pero un secreto, unos planes frustrados, una realidad impuesta lo fragmentaron en silencio y Mikal, en el momento en que comienza la narración, lleva alejado de la familia casi un año.

Un día, Jeo va a visitarlo para contarle su decisión de irse a Afganistán. A toda su familia le ha dicho que solo iría hasta Peshawar, todavía en Pakistán, pero planea cruzar la frontera e ir en ayuda de sus hermanos musulmanes, ya que está estudiando Medicina y toda colaboración es poca. Mikal intenta disuadirlo, pero sabe que no lo conseguirá, por lo que, en nombre del amor de hermano que siente por él, decide acompañarlo. Y será entonces cuando se desate una espiral de sucesos que arrastrará a la familia de Rohan hasta la pérdida, el dolor, la desesperación y el miedo.

Con un estilo sencillo, directo y de frases relativamente cortas, el autor se recrea en describir la naturaleza de forma sensual —olores, texturas, sabores— , pero evita detallar el físico de los personajes, en particular el de las mujeres. Y tampoco entra en descripciones prolijas sobre las acciones que estos llevan a cabo, sino que recurre en la mayoría de ocasiones a la elipsis.


El jazmín es la flor nacional de Pakistán

La situación de la mujer en esa sociedad, donde se ven desamparadas a un nivel de terror y muerte, es mostrada a través de la hermana y de la esposa de Jeo, Naheed, ambas jóvenes con ideales e ilusión; pero también a través de Tara, madre de Naheed, cuya figura representa el desengaño, el temor y la mente fría. Aunque Aslam nos recuerda que no todo es blanco ni todo es negro en la bondad o maldad de las personas y en los actos que estas realizan.

“Si cojo un puñado de polvo con la mano y te pregunto si es todo el polvo que existe, me responderás que en la tierra hay polvo en todas partes. Hay más motas de polvo de las que jamás se podrían contar. De modo que solo puedo darte un puñado de verdad. Aparte de esta, hay otras verdades. Más de las que jamás se podrían contar.”

Además, se hace inevitable mencionar el tema de la presencia o ausencia de la religión —tanto islámica como cristiana— que son utilizadas, deformadas y transmutadas con el fin de justificar actos totalmente ajenos a ellas. Y eso se ve reflejado en las acciones de la mayoría de los personajes, desde los guerrilleros de la yihad hasta el propio Rohan, pasando por las decisiones de gobiernos extranjeros.

Y, a pesar de todo esto, de los momentos convulsos y de confusión a una profundidad tal que hasta el propio espíritu duda de su existencia, el poso que permanece con la lectura de esta obra es el poder de la amistad, del amor y de la lealtad, la importancia del perdón y de mirar a los ojos a las personas, porque ante todo son seres humanos, y como cada uno de nosotros están vinculados por lazos de afecto a otros que también sufren y aman.

Como ya hicieran otros autores a lo largo de la historia de la literatura, Aslam utiliza una de las maneras más brutales de representar una guerra, esto es, en su impacto sobre lo cotidiano. Los niños de su novela juegan, los jóvenes se enamoran, los ancianos recuerdan el pasado y todos se asean, se sientan a comer en la mesa, enferman, ríen, lloran, mueren y les agrada mirar la belleza del cielo estrellado… como a cualquier persona en cualquier otro lugar del mundo de cualquier otra época, sea cual sea su fe, su idioma o su cultura. Porque la vida sigue, haya guerra o sea la paz, el sol continúa saliendo cada mañana y poniéndose noche tras noche.

Así que si queréis leer una historia en la que se os pida comprensión sin juicios previos, donde tengáis que ir poco a poco descubriendo a los personajes y sus circunstancias, y que además consigue casi como una metáfora salvar un jardín lleno de vegetación y flores cargadas de color, delicadas y bellas en medio del terror, el pánico, la corrupción y la injusticia… atreveos con esta novela.

Pero, sea como sea, seguid leyendo.

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