21 noviembre 2013

El maravilloso mundo de las brochas III: Limpieza y mantenimiento

Hello everybody! ¿Qué tal?

Sí, como podéis leer en el título, esta semana seguimos hablando de brochas y pinceles. Imagino lo que estaréis pensando: “¿Otra vez?”, “¿Pero no se suponía que ya estaba todo dicho?”, “¡Qué pesada es esta tía!”...

Vale, vale. Tenéis razón. De hecho, esta semana tenía en mente una entrada molona sobre sombras de ojos, puesto que, en teoría, ya habíamos finiquitado el tema de las brochas. Pero resulta que el otro día, de repente, me di cuenta de que no había dicho nada sobre la limpieza, mantenimiento y cuidado de nuestros amigos los pinceles y brochas. Y pensé: “Eso no pué , María Teresa”, que diría Jaime Peñafiel.

Así que, como no me gusta nada dejarme cosas en el tintero, sirva esta entrada para poner la guinda y zanjar esta cuestión definitivamente.

Sé que, posiblemente, todo este tema de la limpieza y cuidado de las brochas no os resulte de lo más apasionante; pero creo que es importante y, por ello, considero necesario dedicarle unas líneas. Os prometo que la semana que viene vendré con cosas más chulas. J De verdad.

Dicho lo cual, vamos al lío.

Como ya imaginaréis, las brochas y pinceles requieren un mantenimiento y una limpieza regular. Bien cuidados, os pueden durar años y años, que es de lo que se trata.

  •  Conservación de brochas y pinceles


Bien, aquí podéis ver buena parte de mi arsenal.

¡Saludad, chicos!



Los tengo en dos botes idénticos, que en realidad son las dos mitades del estuche de un kit completo de Sigma (el Mrs. Bunny, que es una auténtica monada. Sin duda, un fantástico regalo para Navidades, jejeje).

Independientemente de la buena calidad de las brochas, el estuche va muy bien para guardar los pinceles y poder llevarlos de viaje. Y luego, como se convierte en dos botes, va genial para tener los pinceles y brochas en casa siempre a mano y bien visibles.

En cambio, los estuches cerrados no me parecen cómodos para el uso habitual, ya que hay que abrirlos y cerrarlos cada vez. Eso nos hace perder tiempo y, además, no nos permite ver los pinceles de un simple vistazo.

Por supuesto, no es necesario que os hagáis con un kit de Sigma, ya que no son baratos (aunque salen mucho más a cuenta que comprarse los pinceles sueltos, claro). Y mucho menos que lo hagáis sólo por el hecho de tener un recipiente donde guardar las brochas. En cualquier tienda (de los chinos, sin ir más lejos), podéis encontrar botes de similares características. Incluso pueden ser botes de cristal o metálicos que tengáis por casa.

Y si sois usuarias habituales de eBay, me consta que venden estuches que son un clon exacto de los de Sigma. Los podéis encontrar a precios irrisorios, con los pinceles incluidos (también clones de los de Sigma, pero de una calidad inferior) o sólo el estuche sin los pinceles (mucho más recomendable).

Bien, a la hora de conservar los pinceles, la lógica nos dice que hay que colocarlos de pie, con las fibras hacia arriba. Si los colocáis cabeza abajo, las fibras tenderán a abrirse y doblarse, y con el tiempo pueden deformarse.

Luego está el tema de “la caída del pelo”, que es algo muy habitual y que suele preocupar bastante a las usuarias y poseedoras de brochas. Sobre todo si éstas no han costado baratas, precisamente.

Ante todo, tranquilidad. Cuando son nuevas, es muy normal que pierdan pelitos, sobre todo las primeras veces que las usamos y lavamos. No pasa nada, no os psicoticéis.

Obviamente, no pasa nada si son unos pocos pelitos. Ahora, si cuando los utilizáis se os queda un mechón pegado a la cara como el bigote de Stalin, pues no, eso ya no es normal.

De todas formas, a mí nunca me ha pasado. Sólo me han perdido algunos pelillos sueltos al principio.

Si compráis marcas de las habituales —Kiko, Sephora, Bourjois, Sigma, y por supuesto MAC o Bobbie Brown—, que han superado de sobra los controles de calidad, no vais a tener serios problemas de alopecia “brochil”.

Conforme va pasando el tiempo, lo normal es que dejen de perder pelitos, y que se mantengan ya así y os duren mucho tiempo.

  •    Limpieza


No, no os voy a engañar diciéndoos que limpiar las brochas es chachi y muy divertido, porque no lo es. Es la parte más tostón de tener estos utensilios de maquillaje. Pero hay que hacerlo. La buena noticia es que es bastante rápido y además, hay productos que nos facilitan la tarea.

Las brochas y pinceles exigen una limpieza frecuente. Eso es así.

La primera vez que los usamos hay que lavarlos, siempre. Y luego, de manera rutinaria como parte de su mantenimiento y cuidado.

No olvidéis que se impregnan de diferentes “potingues”, como base de maquillaje (la cual suele llevar siliconas y otras sustancias oleosas), polvos, pigmentos, etc. Y eso va luego a la piel del rostro, de los párpados, etc. Lo ideal es que las fibras estén limpias y desinfectadas cada vez que las pasamos sobre nuestro cutis.

Bien, hay dos tipos de limpieza: una rápida y más superficial (para salir del paso) y otra más en profundidad.

La rápida debería hacerse cada día en aquellos pinceles y brochas que hayamos usado. No es necesario hacer esa limpieza justo al acabar de maquillarnos, puesto que seguramente tengamos que salir a nuestros quehaceres diarios y no nos dé tiempo. Lo mejor es hacerlo al final de la jornada, una vez estemos ya en casa.

Para este tipo de limpieza rápida, vamos a necesitar un bonito y maravilloso producto llamado limpiador de brochas (o brush cleanser):




Yo gasto éste de MAC, que contiene 235ml y cuesta 12,50 euros. No me parece caro para lo que son los precios generales de la marca. Sobre todo si tenemos en cuenta que lleva bastante cantidad y que cunde bastante. Con unas pocas gotas de este líquido basta para limpiar, desinfectar y conservar las brochas.

Se podría decir que MAC tiene casi la exclusiva de este producto, ya que cuesta encontrarlo en otras marcas. Yo sólo conozco el Brush Cleanser de KIKO (50ml a 5,90 euros). Pero prefiero sin ninguna duda el de MAC por cantidad y relación calidad-precio.

  •     Modus operandi:

                            
Cómo limpiar las brochas con el Brush Cleanser:

Fácil. Basta con humedecer con unas gotas de producto las fibras del pincel o brocha y aparte, un trozo de papel de cocina. Y ahora viene la parte menos glamourosa de la entrada de hoy...

A continuación, hay que frotar las fibras contra el papel (e ir echando más cantidad de limpiador si se desea), hasta ver cómo se van eliminando los restos de potingue de la brocha, mientras se quedan en el papel de cocina. Más o menos así:


Como veis, las fotos son cualquier cosa menos glamourosas, pero bueno, creo que ayudan a entender bien lo que quiero decir.

Una vez veáis que las fibras pierden el color anaranjado de la base o de los polvos (o el color de la sombra), ya podéis ponerlas a secar.

El limpiador lleva un componente que, además de limpiar, desinfecta (supongo que será alcohol o un derivado, ya que el olor que desprende el líquido recuerda bastante a éste).

Bien, ésa sería la limpieza rápida, para salir del paso si no tenemos mucho tiempo. Pero lo ideal es hacer una limpieza completa o en profundidad. O sea, con agua y jabón. Como esto no es posible hacerlo cada día, ya que tenemos otras ocupaciones, se recomienda hacerlo cada 7 días. O como mucho, cada 10.

Para ello, ¿qué vamos a necesitar, “bricomaníacas”?:

Pila o lavabo del cuarto de aseo, agua (caliente a ser posible, que hace mucho frío), brush cleanser (opcional pero muy recomendable), detergente lavavajillas (tipo Fairy o similar), toalla o paño y nuestras manitas.

  •          Modus operandi:


Lo primero que vamos a hacer es poner nuestros pinceles y brochas en el jacuzzi (en remojo, vamos):



Las dejamos bajo el chorro de agua caliente un minuto o así, y a continuación rociamos las fibras con unas gotitas de limpiador que, como sabéis también desinfecta. Seguidamente, echamos unas gotas de lavavajillas y ya veréis qué guay la cantidad de espuma que hace... XD
Ahora, toca limpiar y frotar con las manos.

Preciosa foto de mis dedos arrugados cual pasas de Corinto


Cuando ya las veáis limpias y sin restos de potingue, vais enjuagando bien hasta retirar la mayor parte de la espuma (toda creo que es materialmente imposible).

Una vez limpias y aclaradas, espachurráis las fibras un poquito para escurrirlas y quitarles la humedad.

Inmediatamente, las frotáis un poco con un paño o toalla y las ponéis a secar en posición horizontal.



¿Y por qué en posición horizontal y no de pie en el bote? Pues, porque además de secarse más rápidamente, de esa manera evitamos que la humedad se cuele por el mango y que éste se pudra con el tiempo.

Los pinceles apenas tardan una hora en secarse. Las brochas tardan algo más, ya que tienen más pelo. Eso sí, si lo hacéis por la noche, podéis estar seguras de que a la mañana siguiente las tendréis perfectamente secas.

  • Por cierto, si tenéis brochas tipo Yachiyo o Hakukodo, a la hora de lavarlas debéis evitar en la medida de lo posible que el agua entre en contacto con el mango, ya que éste está hecho de una planta trepadora llamada wisteria, y no es recomendable que se moje puesto que se deshilacha. ¿OK?



Bueno, pues hora sí, he dicho todo lo que tenía que contar sobre el tema de las brochas y pinceles de maquillaje. Espero que estas entradas os hayan resultado interesantes y útiles.

*(Ah, quería hacer una mención especial a mi chico, que ha tomado las fotos que yo no podía tomar de mí misma, por tener las manos ocupadas).

Eso es todo por hoy, chicas. Cerramos capítulo y la semana que viene, ya sí, volveremos con algo diferente e interesante.



Hasta el jueves. ¡Que paséis una feliz semana! ;)

@mireiuski
mhm.devicio@gmail.com

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