06 marzo 2014

Americanah

Hay libros que no cuentan nada concreto, pero dicen mucho. Americanah (Literatura Random House, 2014) de Chimamanda Ngozi Adichie es uno de esos casos. Algunos las llaman novelas de personajes, para otros no tienen demasiado sentido porque “no sucede nada” o “no hay objetivo” y, sin embargo, la mayoría de las grandes obras de la literatura pertenecen, en cierto modo, a esta forma de narrar.

Su autora, Chimamanda Adichie, es una escritora nacida en Nigeria en 1977 y reconocida en todo el mundo como una de las voces jóvenes que más lectores está atrayendo hacia la literatura africana. Además, en su haber tiene diversas nominaciones y dos de sus novelas anteriores han sido premiadas: La flor púrpura (Purple Hibiscus, 2003) ganó el Commonwealth Writers’ Prize y Medio sol amarillo (Half of a Yellow Sun, 2006), el Orange Prize for Fiction.

Chimamanda Ngozi Adichie

Si hubiera que hacer una sinopsis —no destripadora—, se podría decir que Ifemelu es una mujer nigeriana establecida en Estados Unidos que, tras trece años, decide regresar a su Lagos natal. Pero, antes, se pasa por la peluquería para hacerse unas trenzas nuevas. Y, desde esa silla y durante las seis horas que tardará Aisha —inmigrante senegalesa sin documentación— en trenzarle el cabello con extensiones de pelo de caballo, Ifemelu recordará las diferentes etapas de su vida: su infancia y adolescencia en Lagos y Nsukka, su vida familiar, su llegada a Estados Unidos en busca de una educación universitaria, sus relaciones con  hombres blancos y negros, la sensación primigenia de ser negra, probar el racismo en distintos tenedores, su amor por Obinze… Una historia que, a priori, no tiene nada de particular y, sin embargo, no deja de ser muy peculiar.

Sobre los personajes, destacar indiscutiblemente a Ifemelu, protagonista sin asomo de duda. Ella representa el arquetipo de mujer moderna, ni buena ni mala, porque no cabe en espacio el juicio de valor. Es nigeriana, negra, joven, y por ello puede despertar el sentimiento de identificación con determinados sectores de la sociedad, pero sigue enfrentándose a hechos comunes de antes, de ahora y, probablemente, del futuro.

Chimamanda Adichie se vale de Ifemelu para denunciar, con frescura y sinceridad sin ambages, la problemática del racismo negado en Estados Unidos, donde está mal visto decir “negro”, pero sigue siendo un prejuicio se hace notar en detalles demoledores.

En contraposición a ella y, al mismo tiempo, complementario, Adichie presenta a Obinze. Él no es tan decidido, ni tan inquieto como Ifemelu, sueña con irse a Estados Unidos como el que sueña con un amor en la distancia. Y, sin embargo, su destino lo lleva por otros caminos, lejos de Manhattan y de ella.

Pero Obinze no siente la necesidad de reivindicar su raza, como sí lo hace Ifemelu en cierto modo y también hace Blair, quien durante su relación con ella se muestra como un activista convencido de la lucha contra un sistema del que, en realidad, no sabe salir.

Hay muchos otros personajes, como los que normalmente pueblan la vida de cualquiera. Todos ellos están muy bien pensados y situados para presentar diferentes modelos de mujeres y, con menor relevancia, de hombres en circunstancias bastante universales, con las que, sin duda, Adichie busca lanzar una crítica dirigida en especial a decisiones o actitudes concretas.
Un ejemplo claro puede ser la tía Uju, una médico que, por capricho de un general de la dictadura, se convierte en su amante y pasa de ser una profesional humilde a una amante mantenida en el lujo sin más aspiraciones que esperar a que su protector llegue para complacerlo. O la antítesis entre el fanatismo religioso de la madre de Ifemelu y la pasión por el conocimiento, la cultura y el estudio de la madre de Obinze.

Americanah, imagen de cubierta

Y, llegados a la parte de los escenarios, existen dos grandes bloques muy bien diferenciados: Nigeria y Estados Unidos. Londres se convierte en un término medio entre ambos, sin llegar a ninguno de los dos. Pero Chimamanda Adichie consigue pintar, a través de las vivencias y las impresiones de los personajes, cuadros detallados de la personalidad de Lagos, Nsukka, New Haven, Baltimore…

Todo esto, lo anterior, da muchos puntos a la novela, pero Americanah —apelativo con el que los nigerianos llaman a aquellos de sus compatriotas que regresan de Estados Unidos— cuenta con un incentivo enorme para su lectura: el estilo.

Anotad el nombre, Chimamanda Ngozi Adichie, porque la obra de esta mujer va a terminar por estudiarse en las universidades y en los colegios, si no se hace ya. Y es que con frases largas pero sin complicaciones, expresiones abiertas, mucho peso concedido a la percepción del personaje sobre el entorno y sobre otras personas, un narrador omnisciente muy íntimo… es inevitable engancharse al bildungsroman de Ifemelu e, indirectamente, de Obinze a lo largo de más de 600 páginas que se escurren entre los dedos.


¿Recomendable? Pues… si buscas una historia plana, no. Para todo lo demás, Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie.

¡Leed!

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Eres libre, ¿no? ¡Pues, opina!