20 marzo 2014

El valle del asombro

Amy Tan es una autora cuya fama precede no solo al momento de abrir la tapa del libro, sino al hecho mismo de elegirlo como lectura. Triunfó en 1989 con la publicación de El club de la buena estrella, que llegó a traducirse a 35 idiomas, y su respectiva —y homónima— adaptación cinematográfica en 1993. Después, llegaron La esposa del dios del fuego (1991), Los cien sentidos secretos (1995), La hija del curandero (2001), En contra del destino (2003) y Un lugar llamado nada (2005). Y, tras ese parón de casi diez años, vuelve con El valle del asombro (Planeta, 2014).

Amy Tan
La novela, que no la historia, comienza en la concesión internacional de Shangái en 1905, cuando Violeta aún es solo una niña de siete años que vive en La oculta ruta de jade, una lujosa casa de cortesanas regentada por Lulú Minturn, su madre. Lulú, uno de los nombres que decide ponerse esta joven americana incluso antes de descubrir que en aquellas tierras es una costumbre extendida, guarda muchos secretos y un pasado que Violeta desconoce, pero que marcará la vida de ambas debido al peso que tiene en sus decisiones.

Amy Tan se vale de una estructura fragmentada para suministrarle información al lector de manera que éste vaya uniendo piezas del puzzle y lo que parecía incongruente, o a priori se juzgaba sin reparos, pase a formar parte de un cuadro completo donde no tiene por qué compartirse el mismo punto de vista pero sí existe cierta comprensión de las motivaciones.

Esta estructura consiste en varios capítulos con idas y venidas temporales —flashbacks y flashforwards— que rompen el relato lineal cronológico. Y, aunque Violeta es la protagonista hegemónica de casi toda la obra, además de la narradora en primera persona y en pasado, hay ciertos pasajes donde le cede ese puesto a la voz de Lulú Minturn para conseguir una panorámica menos subjetiva de la historia de las distintas generaciones de mujeres de una misma familia.

Por otra parte, los personajes son bastantes, no en vano se relatan sucesos que abarcan más de medio siglo. De forma general, se puede decir que, salvo muy escasas excepciones, predominan las “malas personas”. Los hombres son representados como cobardes y aprovechados y las mujeres, como interesadas y mentirosas. Sin embargo, aunque la mezquindad parece estar a la vuelta de la esquina en cada página, aquellos personajes que son buenos lo son en un sentido profundo, pero no perfecto. Lo cual hace que este rasgo sea aun más preciado.

Calabaza Mágica, Lu Shing, Lealtad Fang, Edward Ivory, Flora, Perpetuo Sheng, Philo Danner… podemos nombrar algunos, pero hacer algo más que eso sería robarle al lector la oportunidad de descubrirlos, a ellos y a sus secretos. Aunque sí sería interesante apuntar ciertos rasgos tanto de Lulú como de Violeta, que como hemos dicho son el verdadero hilo conductor de la historia.

Desde el comienzo de la novela, Lulú —Lucrecia, Lucía— es presentada como una mujer fuerte, de mente calculadora y firmes convicciones. Para sus momentos de debilidad, cuenta con la capacidad resolutiva y la ambición sin tregua de su socia Paloma Dorada, una mujer china que también arrastra un pasado.

En aparente contraposición a su madre, Violeta es la rebeldía, las travesuras y los caprichos. Ella es la voluntad del sueño, de romper las normas, fantasear y, sobre todo, descubrir qué esconde su madre y por qué ésta parece haber dejado de quererla. Punto del que nacerá el mayor conflicto entre ambas y que generará otros.



No a caballo, sino más bien en rickshaw entre la categoría de escenario y personaje, está la propia ciudad de Shangái. Allí es donde se desarrolla la mayor parte de estas 672 páginas, así que indudablemente es un escenario. Pero su presencia en la historia, las particularidades que le confería al Shangái real de aquella época el ser una concesión internacional, una mezcla de culturas y leyes, se dejan sentir a través de los personajes como si esa influencia tuviera la transcendencia ejercida más por una persona viva que por un lugar.

Como escenario alternativo, porque clasificarlo como secundario sería relevarlo de la importancia que tiene en la historia, está San Francisco en California. Y hay alguna que otra ciudad estadounidense más a descubrir también por el lector.


Shangái durante aquellos años

En cuanto a las temáticas son varias: conflictos madre e hija, la capacidad para sentir amor, para darlo y aceptarlo; la necesidad de atención, la cobardía, los prejuicios, la xenofobia, la búsqueda de una identidad propia, la situación de la mujer en la sociedad china de la época…

Y el estilo es agradable, fluido, sencillo aunque no directo. De hecho, aunque la mayor parte de la novela transcurre entre las paredes de distintas casas de cortesanas y lo que estas mujeres hacen es vender sus favores sexuales a hombres que no siempre les agradan siquiera, son muy pocas las veces que aparecen términos soeces. Amy Tan ha preferido explicar antes que nombrar, utilizar eufemismos de lo más líricos —y cómicos a ojos actuales—, reservando las palabras más crudas para caracterizar a ciertos personajes o actitudes.

“Cuando yo recitaba ese final, mencionaba los placeres eróticos que disfrutaría el afortunado. Todo el mundo los conoce… «nadar con los peces de colores», «saborear la sandía», «trepar por el tronco del melocotonero»… A menudo me refería a los favoritos de mi huésped, que yo conocía bien.”

“Él, por su parte, tenía que llamarnos «señores filósofos» cuando se dirigía a nosotras. Entonces yo lo sentaba en una silla y lo ataba con las piernas colgando por encima de los brazos. La posición habitual, nada especial. Él gritaba y suplicaba, pero todo era en vano porque en seguida la otra bella le atravesaba el portal con su tallo de marfil. ¿Qué portal, me preguntas? ¿Cómo puedes ser tan estúpida? ¿Por qué otro sitio le atravesarías el portal a un hombre? ¡Por el pequeño loto rosa!”

“Que se lo follen a él y a su madre —dijo—, que se follen a su tío y a su mujer, que tiene el coño podrido. ¡Cuánta mierda te ha contado! Debería limpiarse con su propia lengua el culo por donde ha salido toda la mierda que te ha contado, y por ese mismo culo deberían follárselo un perro y un mono.”


Y hasta aquí las razones para leerlo o no, eso ya es una decisión vuestra, si queréis saber qué es el Valle del asombro o no. Pero sí habría que comentar, quizás al margen de la valoración anterior puesto que tiene más que ver con el continente que con el contenido, la edición en papel que ha hecho Planeta. De fuera a dentro: una camisa de un verde intenso que ya imbuye al lector en ese mundo de lujos de las cortesanas a través del vestido que acompaña a parte de una tez femenina, la tapa dura en un suave verde menta con motivos dorados, guardas en ese mismo color pero un par de puntos más oscuro y, luego, ¡páginas de cortesía! Todo ello con un cosido que marca la diferencia y hace que deslomarlo sea casi imposible. Por cierto, hablando de lomo, ahí han añadido el título simulando una etiqueta en blanco, tal cual hubiera sido un libro de aquella época. Así que, en este caso, papel 1 – ebook 0.



La camisa protectora y la cubierta en tapa dura

Las guardas en verde menta algo más oscuro que la tapa

Y, aunque no se aprecie con excesivo detalle por la calidad
de las fotos, el título en el lomo simula un papel adherido



Sea cual sea el formato elegido, ¡seguid leyendo!

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

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