Amy Tan
es una autora cuya fama precede no solo al momento de abrir la tapa del libro,
sino al hecho mismo de elegirlo como lectura. Triunfó en 1989 con la
publicación de El club de la buena
estrella, que llegó a traducirse a 35 idiomas, y su respectiva —y homónima—
adaptación cinematográfica en 1993. Después, llegaron La esposa del dios del fuego (1991), Los cien sentidos secretos (1995), La hija del curandero (2001), En
contra del destino (2003) y Un lugar
llamado nada (2005). Y, tras ese parón de casi diez años, vuelve con El valle del asombro (Planeta, 2014).
Amy Tan |
La
novela, que no la historia, comienza en la concesión internacional de Shangái
en 1905, cuando Violeta aún es solo una niña de siete años que vive en La
oculta ruta de jade, una lujosa casa de cortesanas regentada por Lulú Minturn, su
madre. Lulú, uno de los nombres que decide ponerse esta joven americana incluso
antes de descubrir que en aquellas tierras es una costumbre extendida, guarda
muchos secretos y un pasado que Violeta desconoce, pero que marcará la vida de
ambas debido al peso que tiene en sus decisiones.
Amy Tan
se vale de una estructura fragmentada para suministrarle información al lector
de manera que éste vaya uniendo piezas del puzzle y lo que parecía
incongruente, o a priori se juzgaba sin reparos, pase a formar parte de un
cuadro completo donde no tiene por qué compartirse el mismo punto de vista pero
sí existe cierta comprensión de las motivaciones.
Esta
estructura consiste en varios capítulos con idas y venidas temporales —flashbacks y flashforwards— que rompen el relato lineal cronológico. Y, aunque
Violeta es la protagonista hegemónica de casi toda la obra, además de la
narradora en primera persona y en pasado, hay ciertos pasajes donde le cede ese
puesto a la voz de Lulú Minturn para conseguir una panorámica menos subjetiva de
la historia de las distintas generaciones de mujeres de una misma familia.
Por
otra parte, los personajes son bastantes, no en vano se relatan sucesos que
abarcan más de medio siglo. De forma general, se puede decir que, salvo muy
escasas excepciones, predominan las “malas personas”. Los hombres son
representados como cobardes y aprovechados y las mujeres, como interesadas y
mentirosas. Sin embargo, aunque la mezquindad parece estar a la vuelta de la
esquina en cada página, aquellos personajes que son buenos lo son en un sentido
profundo, pero no perfecto. Lo cual hace que este rasgo sea aun más preciado.
Calabaza
Mágica, Lu Shing, Lealtad Fang, Edward Ivory, Flora, Perpetuo Sheng, Philo
Danner… podemos nombrar algunos, pero hacer algo más que eso sería robarle al
lector la oportunidad de descubrirlos, a ellos y a sus secretos. Aunque sí
sería interesante apuntar ciertos rasgos tanto de Lulú como de Violeta, que
como hemos dicho son el verdadero hilo conductor de la historia.
Desde
el comienzo de la novela, Lulú —Lucrecia, Lucía— es presentada como una mujer
fuerte, de mente calculadora y firmes convicciones. Para sus momentos de
debilidad, cuenta con la capacidad resolutiva y la ambición sin tregua de su
socia Paloma Dorada, una mujer china que también arrastra un pasado.
En
aparente contraposición a su madre, Violeta es la rebeldía, las travesuras y
los caprichos. Ella es la voluntad del sueño, de romper las normas, fantasear
y, sobre todo, descubrir qué esconde su madre y por qué ésta parece haber
dejado de quererla. Punto del que nacerá el mayor conflicto entre ambas y que
generará otros.
No a
caballo, sino más bien en rickshaw
entre la categoría de escenario y personaje, está la propia ciudad de Shangái.
Allí es donde se desarrolla la mayor parte de estas 672 páginas, así que
indudablemente es un escenario. Pero su presencia en la historia, las
particularidades que le confería al Shangái real de aquella época el ser una
concesión internacional, una mezcla de culturas y leyes, se dejan sentir a
través de los personajes como si esa influencia tuviera la transcendencia
ejercida más por una persona viva que por un lugar.
Como
escenario alternativo, porque clasificarlo como secundario sería relevarlo de
la importancia que tiene en la historia, está San Francisco en California. Y
hay alguna que otra ciudad estadounidense más a descubrir también por el
lector.
Shangái durante aquellos años |
En
cuanto a las temáticas son varias: conflictos madre e hija, la capacidad para
sentir amor, para darlo y aceptarlo; la necesidad de atención, la cobardía, los
prejuicios, la xenofobia, la búsqueda de una identidad propia, la situación de
la mujer en la sociedad china de la época…
Y el
estilo es agradable, fluido, sencillo aunque no directo. De hecho, aunque la
mayor parte de la novela transcurre entre las paredes de distintas casas de
cortesanas y lo que estas mujeres hacen es vender sus favores sexuales a
hombres que no siempre les agradan siquiera, son muy pocas las veces que
aparecen términos soeces. Amy Tan ha preferido explicar antes que nombrar,
utilizar eufemismos de lo más líricos —y cómicos a ojos actuales—, reservando
las palabras más crudas para caracterizar a ciertos personajes o actitudes.
“Cuando yo recitaba ese final, mencionaba los placeres eróticos que disfrutaría el afortunado. Todo el mundo los conoce… «nadar con los peces de colores», «saborear la sandía», «trepar por el tronco del melocotonero»… A menudo me refería a los favoritos de mi huésped, que yo conocía bien.”
“Él, por su parte, tenía que llamarnos «señores filósofos» cuando se dirigía a nosotras. Entonces yo lo sentaba en una silla y lo ataba con las piernas colgando por encima de los brazos. La posición habitual, nada especial. Él gritaba y suplicaba, pero todo era en vano porque en seguida la otra bella le atravesaba el portal con su tallo de marfil. ¿Qué portal, me preguntas? ¿Cómo puedes ser tan estúpida? ¿Por qué otro sitio le atravesarías el portal a un hombre? ¡Por el pequeño loto rosa!”
“Que se lo follen a él y a su madre —dijo—, que se follen a su tío y a su mujer, que tiene el coño podrido. ¡Cuánta mierda te ha contado! Debería limpiarse con su propia lengua el culo por donde ha salido toda la mierda que te ha contado, y por ese mismo culo deberían follárselo un perro y un mono.”
Y hasta
aquí las razones para leerlo o no, eso ya es una decisión vuestra, si queréis
saber qué es el Valle del asombro o no. Pero sí habría que comentar, quizás al
margen de la valoración anterior puesto que tiene más que ver con el continente
que con el contenido, la edición en papel que ha hecho Planeta. De fuera a
dentro: una camisa de un verde intenso que ya imbuye al lector en ese mundo de
lujos de las cortesanas a través del vestido que acompaña a parte de una tez
femenina, la tapa dura en un suave verde menta con motivos dorados, guardas en
ese mismo color pero un par de puntos más oscuro y, luego, ¡páginas de
cortesía! Todo ello con un cosido que marca la diferencia y hace que deslomarlo
sea casi imposible. Por cierto, hablando de lomo, ahí han añadido el título
simulando una etiqueta en blanco, tal cual hubiera sido un libro de aquella
época. Así que, en este caso, papel 1 – ebook
0.
La camisa protectora y la cubierta en tapa dura |
Las guardas en verde menta algo más oscuro que la tapa |
Y, aunque no se aprecie con excesivo detalle por la calidad de las fotos, el título en el lomo simula un papel adherido |
Sea cual sea el formato elegido, ¡seguid leyendo!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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