Cómo
escribir un informe de lectura es una tarea sencilla, aunque a veces pueda
parecernos un mundo y, tras comprobar el enorme vacío que hay respecto a esto
en la red, hoy traemos una guía bastante completa de cómo hacer uno y no morir
en el intento.
Probablemente,
el problema de base, más conocido como “el agobio”, es debido a los numerosos
puntos que queremos o pensamos que debemos comentar, pero no tenemos demasiado
claro cuáles son ni dónde introducir la información de la que disponemos. Por
eso, lo mejor es seguir un esquema trazado desde el comienzo e ir completándolo
paso a paso. Es decir, divide y vencerás.
Aunque antes
hay que aclarar que existen varios tipos de informes de lectura, todo depende
de quiénes hagan el encargo. Porque, evidentemente, no busca lo mismo un
profesor que un editor, por ejemplo. El primero quiere comprobar que has leído
el libro y te has enterado, además de evaluar tu nivel de expresión escrita.
Mientras que el segundo lo que busca es ahorrarse la labor de leer todo el libro
y que seas tú quien le resumas el contenido y, en cierto modo, juzgues qué
tienes entre manos de cara al mundo comercial y literario.
En todo
caso, si se ha leído la obra, será muy sencillo comentar con naturalidad los
siguientes puntos que vamos a detallar a continuación y que son los que
normalmente seguimos cada semana para intentar haceros llegar una idea general
de los libros reseñados en esta sección.
Título.
Dato esencial y básico. Es el punto de partida y muchas veces no se le hace el
caso suficiente. ¿Por qué un libro se titula así y no de otro modo? ¿De dónde
viene el nombre? Esta cuestión, quizás, sea mejor abordarla más adelante. Y, a
veces, en esta sección de Devicio se evita para no desvelar detalles de la
trama.
Autor.
No solamente hay que indicar nombre y apellidos o pseudónimo —este es otro
punto con mucho por analizar—, sino que es interesante situarlo dentro del
marco literario o la repercusión que otras de sus obras hayan podido tener a
nivel cultural. En el caso de ser un autor novel, se pueden dar algunos datos
sobre su formación, su lugar de origen o cualquier otra cosa que ayude a
situarlo.
Formato.
Aquí es conveniente determinar el género e introducir el número de páginas, la
división en capítulos y, si se quiere hacer de forma más exhaustiva, incluso
los nombres de cada uno de ellos.
Sinopsis.
No confundir el texto de la contra con una sinopsis del libro. Es un error
común, irritante y de doble dirección, una sinopsis tampoco debe ir siempre
como texto de contra. Éste busca convencer, incitar al lector a abrir el libro
—y a comprarlo sobre todo—, cumple una labor de mercadotecnia y no de
“destripe”, ¡se supone! De ahí la irritación cuando le das la vuelta a un
ejemplar y en tres líneas te han contado 200 páginas de las 250 que tiene. Y
eso sí es el objetivo de la sinopsis en un informe de lectura, contar todo
—final incluido— en no más de media página.
Estructura
o construcción. En este epígrafe hay varios puntos a destacar: la proporción
entre las diferentes partes de la historia, los personajes, los escenarios, el
marco temporal, el narrador y el desenlace.
Estilo.
Es lo que en muchas ocasiones marca la diferencia e, incluso, llega a ser un
rasgo característico de ciertos autores de larga trayectoria. Y lo primero que
hay que valorar en ese sentido es si es un estilo coherente y adecuado para el
destinatario de la lectura, con el contenido, el marco en el que se sitúa y, si
es el caso, con la línea editorial. Porque no es lo mismo una novela juvenil
que un ensayo político en determinados países, circunstancias sociales o para
ciertas editoriales. Pero, además, hay que dejar claro si es un estilo más o
menos literario, qué temas trata —no confundir con la trama—, el tono y el
léxico en relación al contenido, los diálogos, la sintaxis, la intertextualidad
—qué relación puede tener con otras obras—, el nivel de complejidad y las
figuras retóricas.
Si se
trata de un trabajo académico, no hay que olvidarse de destacar aquellos puntos
relacionados con la asignatura en la que se pide o el período concreto en que
el profesor ha enmarcado la lectura. Porque si la ha convertido en un punto
obligatorio del temario, significa que quiere que se aprenda algo relacionado
con lo que se imparte en clase.
Por
otro lado, si se realiza este informe de lectura para una editorial, se da por
hecho que aún no ha pasado por las manos de ningún corrector profesional y
estará en bruto. Así que habrá que indicar también los errores tipo, las
incoherencias internas —del argumento, por ejemplo— y las posibles soluciones.
Imagen tomada de la red |
Valoración.
Este punto, digan lo que digan, es el que más carga subjetiva tiene. Es donde
hay que expresar si ha convencido o no —se recomienda su edición o no— y por
qué. Un solitario “me gusta” no vale, esto no es Facebook. Hay que retomar los
argumentos que se han ido exponiendo para justificar ese sí o ese no. Pero no
de forma exhaustiva, ya se han comentado antes.
De
nuevo, el destinatario condiciona. Sí es recomendable añadir una opinión
personal algo elaborada, con conclusiones propias, cuando se busca una
calificación positiva en una asignatura. Mientras que, en un informe de lectura
profesional, ha de primar cierta neutralidad y realizar una validación de los
argumentos a base de razones externas como puede ser el mercado, el público, la
línea editorial, etc.
Y fin…
¿a que no era tan difícil? ¿No es más o menos como afrontamos cada reseña en
Devicio?
En todo caso, ¡seguid leyendo!
@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com
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