01 mayo 2014

Informe de lectura

Cómo escribir un informe de lectura es una tarea sencilla, aunque a veces pueda parecernos un mundo y, tras comprobar el enorme vacío que hay respecto a esto en la red, hoy traemos una guía bastante completa de cómo hacer uno y no morir en el intento.

Probablemente, el problema de base, más conocido como “el agobio”, es debido a los numerosos puntos que queremos o pensamos que debemos comentar, pero no tenemos demasiado claro cuáles son ni dónde introducir la información de la que disponemos. Por eso, lo mejor es seguir un esquema trazado desde el comienzo e ir completándolo paso a paso. Es decir, divide y vencerás.

Aunque antes hay que aclarar que existen varios tipos de informes de lectura, todo depende de quiénes hagan el encargo. Porque, evidentemente, no busca lo mismo un profesor que un editor, por ejemplo. El primero quiere comprobar que has leído el libro y te has enterado, además de evaluar tu nivel de expresión escrita. Mientras que el segundo lo que busca es ahorrarse la labor de leer todo el libro y que seas tú quien le resumas el contenido y, en cierto modo, juzgues qué tienes entre manos de cara al mundo comercial y literario.

En todo caso, si se ha leído la obra, será muy sencillo comentar con naturalidad los siguientes puntos que vamos a detallar a continuación y que son los que normalmente seguimos cada semana para intentar haceros llegar una idea general de los libros reseñados en esta sección.

Título. Dato esencial y básico. Es el punto de partida y muchas veces no se le hace el caso suficiente. ¿Por qué un libro se titula así y no de otro modo? ¿De dónde viene el nombre? Esta cuestión, quizás, sea mejor abordarla más adelante. Y, a veces, en esta sección de Devicio se evita para no desvelar detalles de la trama.

Autor. No solamente hay que indicar nombre y apellidos o pseudónimo —este es otro punto con mucho por analizar—, sino que es interesante situarlo dentro del marco literario o la repercusión que otras de sus obras hayan podido tener a nivel cultural. En el caso de ser un autor novel, se pueden dar algunos datos sobre su formación, su lugar de origen o cualquier otra cosa que ayude a situarlo.

Formato. Aquí es conveniente determinar el género e introducir el número de páginas, la división en capítulos y, si se quiere hacer de forma más exhaustiva, incluso los nombres de cada uno de ellos.

Sinopsis. No confundir el texto de la contra con una sinopsis del libro. Es un error común, irritante y de doble dirección, una sinopsis tampoco debe ir siempre como texto de contra. Éste busca convencer, incitar al lector a abrir el libro —y a comprarlo sobre todo—, cumple una labor de mercadotecnia y no de “destripe”, ¡se supone! De ahí la irritación cuando le das la vuelta a un ejemplar y en tres líneas te han contado 200 páginas de las 250 que tiene. Y eso sí es el objetivo de la sinopsis en un informe de lectura, contar todo —final incluido— en no más de media página.

Estructura o construcción. En este epígrafe hay varios puntos a destacar: la proporción entre las diferentes partes de la historia, los personajes, los escenarios, el marco temporal, el narrador y el desenlace.

Estilo. Es lo que en muchas ocasiones marca la diferencia e, incluso, llega a ser un rasgo característico de ciertos autores de larga trayectoria. Y lo primero que hay que valorar en ese sentido es si es un estilo coherente y adecuado para el destinatario de la lectura, con el contenido, el marco en el que se sitúa y, si es el caso, con la línea editorial. Porque no es lo mismo una novela juvenil que un ensayo político en determinados países, circunstancias sociales o para ciertas editoriales. Pero, además, hay que dejar claro si es un estilo más o menos literario, qué temas trata —no confundir con la trama—, el tono y el léxico en relación al contenido, los diálogos, la sintaxis, la intertextualidad —qué relación puede tener con otras obras—, el nivel de complejidad y las figuras retóricas.

Si se trata de un trabajo académico, no hay que olvidarse de destacar aquellos puntos relacionados con la asignatura en la que se pide o el período concreto en que el profesor ha enmarcado la lectura. Porque si la ha convertido en un punto obligatorio del temario, significa que quiere que se aprenda algo relacionado con lo que se imparte en clase.

Por otro lado, si se realiza este informe de lectura para una editorial, se da por hecho que aún no ha pasado por las manos de ningún corrector profesional y estará en bruto. Así que habrá que indicar también los errores tipo, las incoherencias internas —del argumento, por ejemplo— y las posibles soluciones.

Imagen tomada de la red


Valoración. Este punto, digan lo que digan, es el que más carga subjetiva tiene. Es donde hay que expresar si ha convencido o no —se recomienda su edición o no— y por qué. Un solitario “me gusta” no vale, esto no es Facebook. Hay que retomar los argumentos que se han ido exponiendo para justificar ese sí o ese no. Pero no de forma exhaustiva, ya se han comentado antes.

De nuevo, el destinatario condiciona. Sí es recomendable añadir una opinión personal algo elaborada, con conclusiones propias, cuando se busca una calificación positiva en una asignatura. Mientras que, en un informe de lectura profesional, ha de primar cierta neutralidad y realizar una validación de los argumentos a base de razones externas como puede ser el mercado, el público, la línea editorial, etc.


Y fin… ¿a que no era tan difícil? ¿No es más o menos como afrontamos cada reseña en Devicio?


En todo caso, ¡seguid leyendo!

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

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