19 junio 2014

Momentos de buena suerte

A Matthew Quick ya se lo conoce internacionalmente, sobre todo, por El lado bueno de las cosas y su adaptación cinematográfica, que obtuvo un Oscar y ocho nominaciones. Además, la obra de Quick, conocido como Q, ha sido traducida a diversos idiomas y en 2009 fue finalista del PEN/Hemingway Award.

Momentos de buena suerte de Matthew
Quick, cubierta


Bartholomew Neil es un tipo diferente y especial. Acaba de perder a su madre, de quien ha cuidado durante su grave enfermedad —cáncer cerebral— y con la que ha vivido durante toda su existencia. Ahora, a los 39 años, le toca aprender a abrirse al mundo sin más remedio, descubrir qué hay más allá de las lindes de su barrio y arriesgarse para conseguir nuevos objetivos vitales, como por ejemplo, tomar una cerveza en un bar con un amigo.

“Mi joven asesora de duelo, Wendy, dice que tengo una ‘perturbación emocional’ y una ‘parálisis del desarrollo’ por haber vivido tantos años en una ‘relación co-dependiente’ con mi madre.”

A su lado estará el padre McNamee, un viejo sacerdote irlandés que ha sido guía espiritual de la familia desde siempre, pero que ahora también necesita un cambio. Además, los consejos y palabras de Wendy, su asesora voluntaria de duelo le darán pistas a Bartholomew para asentarse de forma satisfactoria en el nuevo orden cósmico de su vida, aunque los cambios tendrán que ser tarea suya. Y entre esos objetivos estará conseguir el amor de la tímida Chicatecaria, Elizabeth, quien guarda sus propios motivos. Y ese regalo a sí mismo vendrá de la mano de Max, otra persona especial, como todos los personajes de Momentos de buena suerte.

“Un amigo es un regalo que te haces a ti mismo.”
                          Robert Louis Stevenson

Matthew Quick, Q

Los escenarios están en Filadelfia, Montreal y Otawa, aunque el verdadero núcleo sea el barrio residencial, con una fuerte comunidad católica, donde vive Bartholomew.

Y los temas desarrollados son muchos: la bondad, el ser diferente, los miedos, la falta de autoestima, el aprender a vivir, el mundo visto con la inocencia y sencillez de un niño pero con los problemas y preocupaciones de un adulto, la sincronicidad de Jung, la soledad, la compañía, el sentirse amado, la adaptación, la religión… Pero lo que prevalece no por encima, sino en el fondo de todos estos temas, es el equilibrio del universo en cuanto a hechos positivos y negativos.

“Antes de que se pusiera enferma, mamá decía siempre: ‘Por cada cosa mala que pasa, pasa también una buena, y así es como se mantiene el mundo en armonía’Cuando nos pasaban demasiadas cosas buenas, mamá decía: ‘Lo siento por quien esté ahora fastidiado para equilibrar todo esto’, porque creía que nuestro bien significaba que habría otro en algún lugar del mundo padeciendo un mal.”

De ahí el título, de esos Momentos de buena suerte (Espasa, 2014).

El estilo de Matthew Quick es muy asequible y eso es coherente con la historia, puesto que el narrador en primera persona es el propio Bartholomew Neil, quien le manda 17 cartas a Richard Gere —a uno simulado— hasta completar las 300 páginas de la novela. Y, por supuesto, gracias a esa estructura epistolar, la confidencialidad “simulada” permite ver al lector los hechos con la ternura, el humor involuntario y las reflexiones de Bartholomew.


Resumiendo, una historia sencilla, pero con un alto grado de optimismo y humanidad que, en estos tiempos, aporta una energía nueva y diferente. ¿Os apetece adentraros en el universo de Q?

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