03 septiembre 2015

El diván de Becca – Lena Valenti

Con el pseudónimo Lena Valenti, a la escritora badalonesa Lorena Cabo la conocimos casi todos gracias al éxito de su Saga Vanir, antes publicada con su propia editorial independiente y ahora parte del catálogo de Penguin Random House. Esta colección de romances fantásticos ha sido traducida a varios idiomas e incluso ha tenido una guía oficial con ilustraciones, lo que le ha reportado a la autora no solo cierto reconocimiento, sino un estilo propio.

Por eso, para quien haya leído El libro de Jade, El libro de la Sacerdotisa, El libro de la Elegida, El libro de Gabriel, El libro de Miya, El libro de la Alquimista o cualquiera de los que componen la Saga Vanir, encontrarse con Becca probablemente haya sido toda una sorpresa.

El diván de Becca, imagen de cubierta


En la trilogía protagonizada por esta joven psicóloga barcelonesa, compuesta por El diván de Becca, El desafío de Becca y La decisión de Becca (Plaza & Janés, 2015), el lector va a encontrar algunas similitudes con el resto de obras de la autora: amor, amistad, erotismo, ritmo ágil, concesiones a la moda, fiestas, mujeres fuertes con defectos (gracias, Lena Valenti), tíos buenos un poco malos, lazos familiares poderosos en familias algo disfuncionales...

Sin embargo, en esta ocasión, lo único fantástico son las capacidades amatorias de Axel, el cámara antipático y hosco con cuerpo de escándalo que forma parte del pequeño equipo técnico del programa televisivo El diván de Becca, del que ella es presentadora.


“—A ti no te educaron ni con perro ni sin él, ¿verdad, Axel? —Esto va a ser un desastre. Empezamos muy mal. No es agradable, ni se esfuerza por agradar ni por caer bien. No lo entiendo.
Axel sonríe, pero el gesto no le llega a sus ojazos, de repente fríos y duros. Es una pose. Es imposible que sea así de borde. Creo que le caigo mal, y no me conoce, el cretino.
—¿Me educarás tú, pelirroja? —me pregunta mirándome por encima del hombro—. No me cabe duda de que estás capacitada para hacerlo. Fede dice que eres la mejor.
Es el tono, es la pose, es todo. Ese tío es solo un mojabragas de tres al cuarto, y siento que le odio. Y esa mirada… Esa mirada es realmente magnética.
No tengo la situación bajo control, no conozco a mis compañeros. Tal vez, todos sean bombas de relojería. Necesito rodearme de una plantilla equilibrada para que todo marche sobre ruedas.”


La otra mitad del grupo la completan Bruno, el ayudante de cámara, e Ingrid, la estilista. Y a ojos de Becca, que es la narradora en primera persona de toda la historia con la frescura que eso le aporta, ambos son guapos, simpáticos y encantadores. ¡Afortunadamente!, porque las aventuras en las que el equipo se va a ver envuelto toda ayuda será poca.

Y ahí es donde llega el enorme acierto de toda la trilogía: el sentido del humor que se desprende desde la primera página, los momentos cómicos y surrealistas, las escenas en las que el lector no puede parar de reír.


“Detrás del cristal del confesionario de Gran Hermano, el rostro histriónico de la mujer de Frankenstein me devuelve la mirada.
Debo aclarar que esa mujer en realidad es un hombre musculoso y parecido a Hugh Jackman y se llama Lolo. Pero se siente muy mujer, reconoce abiertamente su condición de gay y, aunque no lo reconociera, también se sabría: mi queridísimo Lolo tiene pluma suficiente como para rellenar mil almohadas. Como Lolo es un hombre muy dramático, sabía que iba a elegir ese personaje. Pero ha habido un error en el envío de la peluca: pedimos la cabellera de Elisabeth Lavenza (nombre que se le dio a la novia de Frankenstein de 1935), pero en vez de eso, nos adjuntaron la de Marge Simpson.
Es decir, competencia de la agencia de atrezzo: nivel cigoto.
Mi sobrino de cinco años sería más competente al respecto, y seguramente me debatiría el nivel valorándolo como un pokémon. Me diría con su vocecilla: «Tita, este es nivel Magikarp claramente». En su opinión, ser un Magikarp, al parecer, es para cortarse las venas. Y lo suele argumentar diciéndome que es inútil en combate y que solo sirve para salpicar.
Me llamo Becca Ferrer. Soy psicóloga, nacida en Barcelona. Y, como ya habréis adivinado, trabajo en la plantilla de terapeutas de este famoso reality, que ya va por
su decimocuarta edición.”


Obviamente, tiene puntos muy emotivos. El programa consiste en que ella, como psicóloga, realice terapias de choque a personas con fobias y éstas nacen de sentimientos negativos muy interiorizados, de traumas y situaciones realmente desagradables. Además, los pacientes que se va a ir encontrando a lo largo de los tres libros no suelen dejar a nadie indiferente.

En cuanto a los escenarios, se puede decir que Lena Valenti se anota otro tanto importante, porque la caravana de El diván y su equipo viajan a distintos puntos de España (y parte del extranjero), lo que aporta entornos e idiosincrasias diferentes, además de simpatías múltiples por parte de los lectores, ya sea por identificación o reconocimiento.

Desde Cangas de Onís, donde Francisco siente pánico por su chihuahua, a Madrid para tranquilizar la lujuria desatada de Roberto, pasando por el mismísimo parque de la Orotava en Tenerife, donde Fayna —personaje genial— tiene miedo de los ronquidos, los suyos concretamente.

Pero es importante, sobre todo cuando se viaja mucho, tener un sitio al que volver. Y para Becca esa es la casa de su madre —aunque disponga de un apartamento estupendo para ella sola—, donde ésta, Valentina, prepara unos platos de infarto. La bebida corre a cargo de Carla, la hermana de Becca, abogada despiadada y madre soltera del pequeño Iván, que prepara “una sangría de tequila que ya quisiera Nati Abascal”. Y el toque de sentido común lo pone Elisabet, Eli, amiga del alma de la protagonista y compañera de la facultad, especializada en Psicología de pareja, por eso su frase estelar es “¿Folláis bien?”.


“Eli, Carla y yo tenemos un grupo de Whatsapp llamado «Las supremas de Móstoles». Tienen la mala costumbre de enviarme mensajes de voz en momentos en los que siempre estoy rodeada de gente, y yo tengo la mala costumbre de abrirlos. No sé por qué no aprendo. Una vez abrí un mensaje de Eli en el metro de Barcelona, en plena hora punta. El mensaje decía: «¡Peeerra! ¡Suciaaa!», a lo Pocholo. Por eso nunca abráis mensajes de voz porque no sabéis lo que os podéis encontrar.”


Quizás, y ya dependiendo de los gustos de cada uno, sí hay dos cosas que pueden llegar a chocar un poco. Uno es el comportamiento de uno de los personajes, desconcertante y cruel, que además propicia una reacción incomprensible en otro de ellos que en cierto modo puede rebajar el concepto como persona que el lector tiene de él o de ella o de ambos. El segundo punto que quizás resulte inesperado en una lectura tan desenfadada y cómica, aunque no por ello negativo sino que va en gustos, es el alto nivel de erotismo y escenas de sexo explícitas.


“Siento su miembro introduciéndose en mí, poco a poco. Me agarra de la nuca y me obliga a que mire hacia abajo.
—Mira cómo entra. —Gime al ver cómo desaparece la cabeza gruesa de su polla en mi interior.
—Ah…
—Aguanta —me pide a pesar de la irritación—. Ya sabes qué bueno puede saberte.
Posa sus labios sobre los míos y me obliga a moverme con él, a metérmela dentro con botes suaves arriba y abajo.
Estoy lubricada, excitada. Llevo así desde que él me besó en la playa. Es todo culpa suya. Soy inocente.
Me empala de golpe, con la misma fuerza y la misma urgencia que la noche anterior. Lo siento moverse a través de mis pliegues hinchados. Noto la fricción y el calor. Noto el hormigueo del orgasmo que empieza a crearse en un punto secreto detrás de mi ombligo, donde él está alojado, anclado, más bien; donde él me estimula a base de golpes secos y húmedos hasta mi cerviz.”


Y estos son los ingredientes con lo que Becca Ferrer y compañía están conquistando a los lectores. De hecho, en la red ya han adjudicado la apariencia física del actor y modelo cubano Rubén Cortadapara el enigmático, duro y a veces hiriente Axel. Mientras que, por su parte, la propia Becca a lo largo de la trilogía mencionaba su parecido con Rachelle Lefevre, actriz de Crepúsculo. Aunque, de haber adaptación a serie o películas, bien podría ser interpretada por María Castro, por ejemplo.

Rubén Cortada es el favorito entre los lectores
para encarnar, ya sea en alguna futura adaptación
o en sus propias fantasías, a Axel

A Rachelle Lefevre le dicen a Becca que
se parece...

...aunque otra opción más cercana podría ser
María Castro


Ahora os toca a vosotros decidir si os apetece o no echaros unas cuantas risas con una lectura que cumple de largo el objetivo de entretener. Pensad que la vuelta al cole puede hacerse cuesta arriba y una ayudita nunca viene mal.

@rpm220981
rpm.devicio@gmail.com

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