19 septiembre 2013

Pídeme lo que quieras

Megan Maxwell está consiguiendo con esta trilogía dejar una huella importante en el panorama de las ventas nacionales, como comentábamos hace un par de semanas. Y eso es algo bastante difícil tanto por la temática que trata como por las circunstancias que envuelven al mercado editorial hoy por hoy.

Pídeme lo que quieras (Planeta, 2012) se bate frente a 50 Sombras de Grey (Grijalbo, 2012) y todos los títulos que han surgido a raíz del éxito de ésta, ya que el nicho que ocupan es el mismo: novelas románticas con un gran componente erótico. Eso sí, salvando las distancias. Y, solo por eso, merece que le echemos un vistazo para saber un poquito más sobre la autora y estos libros.

La trama gira en torno a Judith y Eric. Ella, una joven desenfadada que trabaja como secretaria en una importante empresa alemana en Madrid. Él, el frío hijo del dueño de ésta que acaba de fallecer y, por tanto, nuevo presidente. Lo demás es historia conocida: se encuentran, se gustan, se enfadan, se quieren, se odian, se vuelven a querer, se vuelven a odiar… y, mientras tanto, no paran de hacer gimnasia reproductiva, entre ellos y con terceros, cuartos, quintos… En fin, es una novela coral en muchos sentidos.

Y, sí, los personajes son bastantes, como suele suceder en las novelas de esta autora, que ha ido tocando diversos géneros y subgéneros. Por un lado, está la familia y amigos de Judith: su peculiar hermana Raquel, su cuñado Jesús y la hija de ambos, Luz; el padre viudo y sus camaradas de tropelías; Fernando, el eterno amigo enamorado; la pandilla del pueblo gaditano en el que nació, donde todavía vive su padre y escenario importante en la historia… Y, por otro lado, está el entorno misterioso de Eric, ya en Alemania. Pero ese hay que ir descubriéndolo a medida que va avanzando el libro.

Esa vida desarrollada en distintas ciudades, por lo general de diferentes países, y donde se entremezclan personajes de varios lugares —la pareja protagonista nunca comparte nacionalidad— también forma parte de ese compendio de rasgos recurrentes característicos de las novelas de Megan Maxwell, como sucedía en ¿Y a ti qué te importa? (Versátil, 2012) o  Lasranas también se enamoran (Versátil, 2011). Quizás, esto se deba a su propia experiencia vital: nacida en Alemania, criada en Madrid, hija de padre norteamericano y madre toledana.

Y aunque Alfred Hitchcock advertía aquello de “Nunca trabajes ni con niños, ni con animales ni con Charles Laughton”, también todos ellos, en cierto modo, suelen aparecer como elementos importantes y decisivos en las novelas de Megan Maxwell, en Pídeme lo que quieras sin duda están, y muy presentes.

Eso sí, no el propio Charles Laughton, sino la imagen de persona mayor bastante peculiar que no para de arrancar sonrisas al lector. Y en el campo animal, lo más frecuente son los perros y sus trastadas, como las de Pizza en Casi una novela (Versátil, 2013). De hecho, esos tres arquetipos son los que aportan la comicidad a las historias, momentos divertidos que provocan más de una carcajada. Y eso es un factor a valorar positivamente.
 
Cubierta de Pídeme lo que quieras

Además, en Pídeme lo que quieras, quizás incluso más que en otras de sus historias, aparece la música, canciones concretas a través de las cuales la autora dibuja la relación o el estado de ánimo de los personajes. En este caso, Megan Maxwell eligió Blanco y negro de Malú, para reflejar la oposición de voluntades entre los protagonistas.

Todas esas cosas consiguen hacer que el ritmo de las tres obras sea fluido, rápido, ligero. Y uniendo eso al léxico coloquial y las expresiones de andar por casa que caracterizan a los personajes, se logra una lectura cómoda, entretenida y sin sobresaltos que ha enganchado a miles de personas.


¿Cumple? Sin lugar a dudas, su misión la cumple de largo. No pretende ser ni más ni menos que lo es y va dirigida a un público muy concreto que, dada la lista de ventas, está mostrándose muy satisfecho. Es una muy digna competidora de productos importados de temática similar. Así que si este es uno de vuestros géneros, adelante.


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