Megan
Maxwell está consiguiendo con esta trilogía dejar una huella importante en el
panorama de las ventas nacionales, como comentábamos hace un par de semanas. Y
eso es algo bastante difícil tanto por la temática que trata como por las circunstancias
que envuelven al mercado editorial hoy por hoy.
Pídeme lo que quieras (Planeta, 2012) se bate frente
a 50 Sombras de Grey (Grijalbo, 2012)
y todos los títulos que han surgido a raíz del éxito de ésta, ya que el nicho
que ocupan es el mismo: novelas románticas con un gran componente erótico. Eso
sí, salvando las distancias. Y, solo por eso, merece que le echemos un vistazo
para saber un poquito más sobre la autora y estos libros.
La trama
gira en torno a Judith y Eric. Ella, una joven desenfadada que trabaja como secretaria
en una importante empresa alemana en Madrid. Él, el frío hijo del dueño de ésta
que acaba de fallecer y, por tanto, nuevo presidente. Lo demás es historia
conocida: se encuentran, se gustan, se enfadan, se quieren, se odian, se
vuelven a querer, se vuelven a odiar… y, mientras tanto, no paran de hacer
gimnasia reproductiva, entre ellos y con terceros, cuartos, quintos… En fin, es
una novela coral en muchos sentidos.
Y, sí,
los personajes son bastantes, como suele suceder en las novelas de esta autora,
que ha ido tocando diversos géneros y subgéneros. Por un lado, está la familia
y amigos de Judith: su peculiar hermana Raquel, su cuñado Jesús y la hija de
ambos, Luz; el padre viudo y sus camaradas de tropelías; Fernando, el eterno
amigo enamorado; la pandilla del pueblo gaditano en el que nació, donde todavía
vive su padre y escenario importante en la historia… Y, por otro lado, está el
entorno misterioso de Eric, ya en Alemania. Pero ese hay que ir descubriéndolo
a medida que va avanzando el libro.
Esa
vida desarrollada en distintas ciudades, por lo general de diferentes países, y
donde se entremezclan personajes de varios lugares —la pareja protagonista
nunca comparte nacionalidad— también forma parte de ese compendio de rasgos
recurrentes característicos de las novelas de Megan Maxwell, como sucedía en ¿Y a ti qué te importa? (Versátil, 2012)
o Lasranas también se enamoran (Versátil, 2011). Quizás, esto se deba a su
propia experiencia vital: nacida en Alemania, criada en Madrid, hija de padre norteamericano
y madre toledana.
Y aunque
Alfred Hitchcock advertía aquello de “Nunca trabajes ni con niños, ni con
animales ni con Charles Laughton”, también todos ellos, en cierto modo, suelen
aparecer como elementos importantes y decisivos en las novelas de Megan
Maxwell, en Pídeme lo que quieras sin duda están, y muy
presentes.
Eso sí,
no el propio Charles Laughton, sino la imagen de persona mayor bastante
peculiar que no para de arrancar sonrisas al lector. Y en el campo animal, lo
más frecuente son los perros y sus trastadas, como las de Pizza en Casi una novela
(Versátil, 2013). De hecho, esos tres arquetipos son los que aportan la
comicidad a las historias, momentos divertidos que provocan más de una
carcajada. Y eso es un factor a valorar positivamente.
Además,
en Pídeme lo que quieras, quizás incluso
más que en otras de sus historias, aparece la música, canciones concretas a
través de las cuales la autora dibuja la relación o el estado de ánimo de los
personajes. En este caso, Megan Maxwell eligió Blanco y negro de Malú, para reflejar la oposición de voluntades
entre los protagonistas.
Todas
esas cosas consiguen hacer que el ritmo de las tres obras sea fluido, rápido,
ligero. Y uniendo eso al léxico coloquial y las expresiones de andar por casa que caracterizan a los
personajes, se logra una lectura cómoda, entretenida y sin sobresaltos que ha
enganchado a miles de personas.
¿Cumple?
Sin lugar a dudas, su misión la cumple de largo. No pretende ser ni más ni
menos que lo es y va dirigida a un público muy concreto que, dada la lista de
ventas, está mostrándose muy satisfecho. Es una muy digna competidora de
productos importados de temática similar. Así que si este es uno de vuestros
géneros, adelante.
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