Regresa
Amaia Salazar con esta segunda entrega de la Trilogía del Baztán de Dolores
Redondo. Y ahora, un año después de los sucesos que desembocaron en el caso del
basajaun, la inspectora es la jefe de
homicidios y está a punto de dar a luz.
Pocos
días después de comenzar su baja por maternidad, acude al juicio de un asesino
confeso que detuvieron en el transcurso de la investigación en Elizondo. Sin
embargo, algo sucede en los juzgados y el mensaje “TARTTALO” aparece dirigido a
Amaia, aunque el encargado de ese caso fue el teniente de la guardia civil
Padua.
Unos
meses más tarde, mientras se le muestra al lector cómo Amaia se habitúa a su
faceta de madre trabajadora, a ésta se le vuelve a asignar una investigación en
el valle del Baztán, esta vez en Arizkun, donde una iglesia está siendo
profanada. Y, aunque a priori no parece ser nada más que vandalismo juvenil, la
“fama” que le reportó el caso del basajaun
hace que las altas instancias de la Iglesia exijan que sea ella quien dirija la
investigación. Así que hasta allí se desplaza el equipo: Jonan, Zabalza e
Iriarte.
Y hasta
aquí podemos leer, como decían en aquel mítico programa.
Sobre
la repercusión que está teniendo la trilogía de Dolores Redondo ya os hablamos
la semana pasada, cuando hacíamos la reseña de El guardián invisible, la primera parte, y que podéis leer aquí. Baste decir que está siendo mucha
y eso siempre resulta agradable, porque llega tinta fresca de autores distintos
—y no la saturación de leer siempre a los mismos— y porque es un producto hecho
en casa, aquí al lado, dentro de un mercado que parece estar saturado de
títulos extranjeros respaldados por campañas de marketing brutales. Lo que demuestra, una vez más, el gran poder
que supone el boca a boca entre lectores.
De la
autora decir que es una donostiarra —con lo cual, conoce bien los parajes en
los que ambienta sus obras—, que estudió Derecho y que ésta es su tercera
novela. Quizás, una opción para hacer más corta la espera hasta Ofrenda a la tormenta, el tercer volumen
del Baztán, sería echarle un buen vistazo a su primera obra, Los privilegios del ángel.
La cercanía que demuestra Dolores Redondo con sus lectores es de agradecer. Si os queréis unir a la selección del casting soñado, ¡toda idea es bienvenida! |
Los
personajes son viejos conocidos y nuevas incorporaciones de lo más
interesantes. En cuanto a los primeros, la autora va ahondando en su psicología
y sus historias, descubriendo poco a poco su pasado y sus motivaciones. De los
nuevos, habría que destacar al juez Markina, que no “vive arriba”, pero casi.
Y, sobre todo, retomando lo que ya comentábamos en el número anterior, parece
que él es el único representante del género masculino que es capaz de hacer su
voluntad por encima de lo que Amaia diga o piense, no dejándose amilanar como
el resto de ellos.
Ayer, algunos tuiteros lo teníamos claro. Aitor Luna como el juez Javier Markina. |
Además,
aunque vuelven a ser muchos personajes, es ella, la inspectora Salazar, quien
se erige en protagonista indiscutible de la historia, de las historias.
El
escenario vuelve a ser crucial, no solo ya por ese contacto que establece la
naturaleza —bella e intimidante— con una parte del subconsciente humano,
atrayéndolo y asustándolo al mismo tiempo, sino por la relevancia de la
mitología local, por la inefabilidad de las fuerzas de la naturaleza y la
importancia de las tradiciones y las raíces como individuos sociales que somos.
En
cuanto a los temas tratados, caben destacar el mal, el miedo, la familia, el
perdón, el poder y la maternidad. Hay muchos más, pero quizás esos sean los que
se ven con mayor claridad, los que mayor y más obvia presencia tienen.
Si
analizamos brevemente cada uno de ellos, se podría decir que el mal es
presentado como naturaleza, como una fuerza en el interior del ser humano. A
veces, dominada y otras dominante dentro de la personalidad de cada uno. Un
camino a seguir. Un estilo de vida.
Por
otra parte y casi como consecuencia del tema anterior, en esta novela, el miedo
se muestra de muchas maneras. Pero queda absolutamente claro que es irracional,
que se adhiere a la mente hasta provocar reacciones físicas y modificaciones de
la conducta. Además, Dolores Redondo vuelve a dejar claro que el miedo
adquirido durante la infancia y prolongado en el tiempo es un monstruo que no
se vence ni con la edad ni con pistolas. Aunque… quizás sí se doblegue ante
otro miedo más grande todavía.
Y si en
El guardián invisible se podía ver
esa dicotomía en la vida de Amaia, entre familia y trabajo, en esta ocasión
surge de nuevo. Pero, una vez más, se entremezclan peligrosamente. Su familia,
para bien o para mal, es el eje de su pasado y de su futuro, marca el presente
de Amaia por mucho que ella luche para neutralizar lo más negativo de esta.
Sobre
el perdón existen numerosas frases célebres, es una virtud cristiana y de otras
tantas religiones. Es un acto que redime no solo a quien lo recibe, sino a
quien lo procura. Sin embargo, en Legado
en los huesos queda claro que existen cosas que, sencillamente, no se
pueden perdonar.
Además,
la autora plantea lo persuasivo que puede llegar a ser el poder ejercido por
ciertos sectores de la estructura social, como es el caso de la Iglesia, cuyo
representante en esta novela viene dado por el padre Sarasola, agregado del
Vaticano y doctor en Psiquiatría. Pero también desliza, de nuevo, ese punto de
crítica social que ya se daba en la novela anterior, lo pernicioso de la
burocracia a la hora de luchar contra el miedo y el mal.
Y sigue
siendo Amaia quien “manda”, le toca ser subordinada del comisario pero éste es
bastante permisivo. Con todos los demás hombres de la historia, consigue
ejercer poder, ya sea de una manera o de otra. Es un detalle curioso, que se
sale de la tónica habitual de la literatura y de la sociedad en líneas generales.
E, incluso, se ve a una Amaia como madre trabajadora, la sensación de culpa por
no ser capaz de cumplir unas exigencias autoimpuestas que se deben más a los
prejuicios de esa misma sociedad que a otra cosa. Y la idea que transmite
Dolores Redondo es que la maternidad es un instinto y sí, se puede ser una
buena madre y una estupenda profesional, pero se necesita ayuda, la ayuda del
equipo. Sin embargo, la realidad —fuera de la ficción— es que este no es un
factor con el que siempre se puede contar, por eso es de agradecer que desde la
posición privilegiada de quien se dirige a una audiencia —en este caso, un
autora con reconocido éxito de ventas—, se intente sensibilizar a la gente
sobre este tema.
Ahora
bien, ¿necesitáis otros motivos para leer Legado
en los huesos? Si los que esgrimíamos en la reseña de El guardián invisible
no fueron suficientes y lo comentado hasta aquí tampoco termina de animaros,
apuntaremos dos razones un poco más lúdicas: en ambos libros, la autora va
dejando pequeñas pistas para que el lector se haga su propia composición de
lugar y averigüe quién es el malo; y los giros no se insinúan, llegan de
sopetón para dejar a todo el mundo con la boca abierta.
Por
todo eso y porque las tramas están muy bien entretejidas y el hilo conductor de
la trilogía permanece como subtrama perturbadora, os recomendamos sinceramente ambas
novelas.
Seguid leyendo...
@rpm22091
rpm.devicio@gmail.com
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